“la
función del tiempo,
es
otro momento donde real y simbólico se reúne[1]”.
El tiempo
podría pensarse como aquel concepto que
subyace y se articula con todos los otros conceptos en la orientación
psicoanalítica.
Por eso, si bien el
rasgo que me orienta, a modo de brújula, es
el tiempo y la sesión analítica, me atrevería a decir que a cada
conceptualización no solo le corresponde un tiempo “cronológico” en la teoría
lacaniana, sino también un tiempo lógico, es decir un tiempo que hace a la
lógica de cada concepto. Y que la sesión
analítica es el tiempo (a producir) en
que todo esto se despliega.
Lacan llamó “el retorno
a Freud (1953)[2]”, promueve una clínica que
tome en cuenta la transferencia y la función del analista. Plantea la modificación de un ritual que va
más allá de la inclusión de sesiones cortas: el analista es responsable de la eficacia del decir. Se tratará
entonces del corte de sesión, en tanto intervención, no en cualquier momento,
sino sobre “una puntuación afortunada que
da sentido al discurso del sujeto[3]” Produciendo una
escansión que precipite alguna conclusión, por fuera del tiempo de la sesión. Es
por eso que se puede decir que la sesión breve es una ética.[4] Ya con Miller[5]
se puede ubicar “o bien la sesión
analítica es una unidad semántica, en la que S2, viene a hacer de puntuación a
la elaboración (delirio al servicio del NP)… o bien la sesión analítica es una
unidad asemántica que remite al sujeto a la opacidad de su goce”. Esto
ubica a la sesión analítica como una ocasión “a producir”, en la que se apunta
a una reducción significante. Esta reducción posibilita otra función de la
palabra, produce una resonancia, hace oír algo distinto de lo que significa. Y
es ahí en lo que no dice y en lo que deja oír que debemos arrinconar la
opacidad en la que consiste el goce[6].
Es por eso que bajo esta ética se articula deseo del analista y corte, en tanto
es el deseo de poner al desnudo el goce del sujeto lo que hace de ese encuentro
una sesión analítica.
Entonces ¿de que trata en cada vez? se tratará
en cada sesión de un encuentro contingente, que dispone con el corte una temporalización inédita, un después que
constituye un antes, que solo podrá ser leído a posteriori.
Es por eso que se puede pensar que “el tiempo de la sesión es el deseo del
analista[7]”, en la medida que
esta función introduce el punto de suspensión, que solo se verificará después.
Siguiendo a Miller[8]
la introducción de un corte, en tanto “tiempo libidinal”, posibilita poner término a la indeterminación del sujeto del
inconsciente (tiempo transferencial), para pasar al sujeto de la certeza del acto y de la
pulsión.
Por lo tanto, la sesión analítica
tomada como corte, es una conjunción inédita entre el tiempo epistémico de la
transferencia y el tiempo libidinal del goce.
Ambos tiempos se anudan en el acto
de la sesión. Uno no va sin el otro, no hay acto sin saber y no hay tampoco un
nuevo saber sin acto. Pero hay también una disyunción interna entre estos dos
tiempos. Hay un punto donde el tiempo del acto pone en suspenso el tiempo del
saber, un punto donde el sujeto no accede a la certeza del acto más que
poniendo en suspenso el saber.
Ese es un punto imposible de
cuantificar, no es más que pasando por este imposible de cuantificar que puede
ser producido en la sesión analítica.
[2] Nota:después de los desvíos teóricos y técnicos que
produjeron cambios en el dispositivo analítico (IPA).
[3] J Lacan “Función
y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” Escritos 1- Ed. Siglo XXi
[4] E Laurent Entrevista
para NUCEP Publicación LGC (II/7) 2003
[5] J-A Miller Entonces” Sssh…”- 1996
[6] Graciela Esperanza “Presencia de un deseo”- La sesión analítica
[7] J-A Miller “La
loguique de la passe” Clase IV
[8] J-A Miller Curso “Los usos del lapsus” -Paidós
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