20.4.11



El Tiempo en la Psicosis
En su texto, “Uno más a, Una fórmula del Tiempo”, Bassols hace referencia a que lo que causa que exista una “duración continúa de las cosas” es el hecho de ser un cuerpo, lo que hace posible que la dimensión del tiempo pueda existir. Pero en el momento en el que se produce el “derrumbe de la unidad narcisistica del sujeto”, tanto el tiempo como el espacio pierden sus coordenadas. Trayendo como consecuencia una discontinuidad. Bassols cita a Schreber, cuando ubica su muerte como sujeto: “un agujero en el tiempo”, escribe en sus Memorias.                        “Un tiempo sin fecha, fuera de la cronología, es la experiencia subjetiva de un real sin mediación ni separación posible”.
En el libro de Rivas, “Pensar la Psicosis”, el autor hace un desarrollo acerca del tiempo y del espacio para la psicosis. Revela  que lo que se origina es un “estancamiento del tiempo y borramiento de los limites del espacio”, justamente cuando el sujeto no encuentra una respuesta en el Otro, por carecer de la significación fálica, es el punto en el que el psicótico “pierde el control del tiempo y del espacio; cae bajo los efectos de la forclusión en los momentos de perplejidad”. Continúa especificando que para estos sujetos no transcurre el tiempo, no tienen posibilidad alguna de delimitar el espacio. Se “destemporaliza y se desespecializa, quedando fijados el ser, el tiempo y el espacio”. Los ubica en un lugar en donde, al paralizarse las funciones del tiempo y del espacio, tanto el pasado como el futuro han sido perdidos. Por lo que siguiendo esta línea, vivirían en un presente eterno, debido a la inmovilidad del tiempo.
Sin embargo Miller, en “Seis fragmentos Clínicos de Psicosis” refiere que en muchos casos lo que hay es una tendencia al futuro, “como cierta huida al infinito”, “el neurótico se preocupa por el pasado y el psicótico por el futuro, esto se puede observar en los delirios, donde el sujeto parece quedar aspirado por el futuro o por el infinito del futuro”.
Miller hace una referencia en “La naturaleza de los semblantes” a los momentos de la psicosis especificando la función-no función del Nombre del Padre. Cuando hay forclusión del Nombre del Padre se pierde la significación del falo, que es la forma que tienen los sujetos de comprender algo. Por lo tanto cuando la forclusión no opera, se produce lo que Lacan nombra como “vacío enigmático”. Miller los denomina como esos momentos que pueden ocurrir a lo largo del transcurso de una psicosis, en los que algo irrumpe y no se sabe que quiere decir. (Sin embargo sabe que ello quiere decir algo).
MOMENTO FECUNDO: Miller en “La invención del delirio” , se pregunta acerca de lo que Lacan ubico en el Seminario 3 como el momento fecundo: “Con esta idea Lacan indica los empujes al delirio. En cierto momento el sujeto aparece como embarazado, cuando dará a luz un nuevo episodio de delirio. Hay entonces un momento de calma y otro de empuje, y precisamente esta concepción de los momentos fecundos puede situarse como repetición de los fenómenos elementales.[1]

Pudiendo ubicar como primer tiempo, el llamado “vacío enigmático” traducido como el tiempo de perplejidad. Que Lacan ubica en su Seminario Las Psicosis, como aquel momento de ruptura en la cadena, marcando una discontinuidad, un quiebre, un antes y un después en la vida del sujeto.
Es Naveau en “Las psicosis y el vínculo social” que cita a Lacan en Una Cuestión Preeliminar: “el valor de la cadena significante esta suspendida a la significación que ella produce”, lo que se cuestiona no es el después sino el tiempo de suspenso, con respecto a la relación entre significante y significado, la relación temporal de esta relación es la de tensión de un suspenso que se crea cuando la frase ha sido oída.
Lacan ubica en el Seminario 20 que “el significante solo se plantea como no teniendo ninguna relación con el significado”. Haciendo una diferencia: el significante es lo que se oye, el significado es lo que se lee, o sea la lectura que uno escucha de significante.  Por lo que se encuentran en dos planos heterogéneos.
Miller señala en el “Conciliábulo de Angers” la no relación entre el significante y el significado, lo cual trae aparejado, para la neurosis el “efecto de sorpresa”, debido a que la separación entre significante y significado es relativa. Mientras que para la psicosis, a causa de que la separación es absoluta, en el lugar de la significación hay vacío.
Lacan en el Seminario III, introduce el concepto de significante “asématico”, el cual no significa nada, ya que no remite a nada. Lo equipara al significante enigmático el cual tiene por efecto la perplejidad.
En “La invención del Delirio”, Miller se refiere a que en la perplejidad “el sentido no aparece satisfactoriamente, es de espera de sentido, que no colma de satisfacción”. La metáfora no funciona al modo neurótico produciendo sentido, por el contrario se trata aquí de una “metáfora impotente, de una fijación absoluta”, incapaz de generar sentido alguno. Y por otro lado dice, el autor que tampoco se trata de metonimia, ya que “no se desliza; se fija, se inmoviliza.”  
Siguiendo a Naveau, se puede ubicar este momento en el ejemplo del caso conocido como Marrana. El “yo vengo..” deja en suspenso la designación del sujeto hablante, de la enunciación, allí emerge la perplejidad. Donde lo que hay es incertidumbre, el punto de la experiencia enigmática, un tiempo de no respuesta, de vacío de significación. Naveau cita a Lacan en los escritos para ubicar que la palabra es distributiva, para poder introducir allí el tiempo de suspenso, el cual “es relativo a la distribución de la voz”. Por lo que la palabra se percibe y se platea una pregunta: es el sujeto el que habla o el Otro? (Vengo del fiambrero..). Es en este paraje donde se produciría el suspenso, que en la psicosis se manifiesta como incertidumbre. Por lo que hace falta el juicio de atribución para localizar al sujeto que habla, el punto de enunciación. Finaliza ubicando que: “el tiempo de suspenso que  introduce un lapso entre la distribución y la atribuciones el momento propicio para la alucinación”.
DISTRIBUCIÓN----------------------------------------.ATRIBUCIÓN
                                   TIEMPO DE SUSPENSO
                                         ALUCINACIÓN
Entonces, “Marrana” es después de la alusión, más allá de que es una respuesta desde lo real, se trata de la construcción de la paciente, en un segundo tiempo, como una respuesta al enigma.
Lugar donde a partir de que la frase esta interrumpida, surge la voz como una alusión, lo que significa que el sujeto es concernido por ésta. “Marrana es lo que le falta a Vengo de la fiambrería..Es la frase interrumpida, no hay punto de basta. “Vengo de..” es la alusión y “Marrana” es la réplica”. Es el segundo tiempo en el que el sujeto sale de la perplejidad, pudiendo dar una respuesta a dicha alusión.  
“El suspenso del sentido es la consecuencia de que las voces no terminan sus frases”. Es una cita de Lacan del Seminario III , la que permite comprender el fenómeno de las frases interrumpidas. Y la cual introduce la posibilidad de poder introducir algo de la temporalidad en las psicosis.  Ya que cuando la frase se interrumpe: “se rompe la sucesión de significantes, la palabra se desprende de la frase”.
Continua ubicando que “fenómenos de frases que surgen de su a-subjetividad, como interrumpidas, y  dejando el sentido  en suspenso. Una frase cortada al medio es auditivada”. Cuando habla de a-subjetividad significa que cambia de valor, o sea pasa de ser sujeto a ser objeto. Lo que tiene como saldo que al pasar al estatuto de objeto lo que falta tiene la característica de ser un insulto.
Por lo que en un segundo tiempo, continuando con el ejemplo citado. Marrana es una replica a la no respuesta del Otro, con la determinación de que le esta dirigido. Ubicando acá el cambio de valor, ya mencionado, en el que el sujeto quedaría en posición de objeto, el Otro lo goza.
Es Álvarez el que en su artículo “La certeza como experiencia y como axioma esclarece estos “momentos de edificación” (los cuales no necesariamente deben concebirse como diacrónicamente separados), en la psicosis. Refiriéndose al segundo tiempo como aquel caracterizado por lo que creo lo más subjetivo, y el de las construcciones posibles que puede dar un sujeto a aquel real que irrumpe. Y ubicando que lo temporal en la psicosis debe ubicarse a partir de la certeza, la cual consiste para el autor como “un puro estatismo o instante permanente”.
Laurent nos enseña en “Estabilizaciones en las Psicosis”, que son los fenómenos elementales los que nos marcan el camino del “núcleo central” de las psicosis. Y señala “las alucinaciones nos informan mucho más que la temática del delirio, nos dan las circunstancias, el punto en el que el sujeto se eternizó”. Debido justamente a como desarrolla Álvarez, que son éstos los que “introducen una discontinuidad”, los que nos marcan un corte.
Es Laurent quien en su Seminario acerca De Una Cuestión preeliminar, sitúa que “el lugar del Otro, supone para existir, la extracción del objeto a”, lo que no ocurre en la psicosis.
No hay extracción del objeto a, no se crea una falta, queda en más, manifestándose en los objetos voz y mirada. Lacan en el Seminario 11 señala que: “cuando no hay intervalo entre S1 y S2 el primer par de significantes se solidifica, se holofrasea”. Dice S. Tendlarz en “Psicosis: lo clásico y lo nuevo”: “la holofrase es la compactación de la cadena significante, la solidificación de la cadena. No significa que el sujeto no hable sino que el S1 queda solo”. (Fenómeno elemental-holofrase-S1 solo).
Maleval, en “La Forclusión del Nombre del Padre”, que dedica un capítulo, a lo llamaría los tiempos en la psicosis. Es nombrado por el autor como “La escala de los Delirios”.
Define el mecanismo de la lógica del delirio como la “atemperación del goce deslocalizado”. Ubicando diferentes períodos, aclarando que estos no se tratan de etapas, ni que siguen un orden lógico. De esta forma puede faltar alguno, saltar de uno a otro; como también no ocurrir. Los nombra como P0, P1, P2 y P3.
Sabemos que el P0 fue nominado por Lacan en el esquema I como sub-cero. Como la forclusión del Nombre del Padre. Se trata del momento de sentido cero, el llamado anteriormente, vacío de significación, momento de perplejidad. De muerte del sujeto. Y en palabras de Maleval  como el momento de “deslocalización del goce y de la perplejidad angustiada”. Es el momento que denota la ruptura con lo simbólico, marcando un antes y un después. Que Lacan llama “la entrada en juego del enigma del Otro absoluto” y del lado de Freud, como la ruptura entre el yo y la realidad exterior. Se trata del momento del  enigma, en el que se sabe que algo quiere decir, no que y claramente esta dirigido a él mismo. En la forma de una certeza.
El P1, esta comandado por “la tentativa de significación de goce del Otro” . se trata de: “el movimiento que realiza el significante que le permite al delirante construir una explicación propia para justificar lo que esta ocurriendo”. Pero que sin embargo “el delirio no consigue suturarse” motivo por el cual lo nombra como “forma paranoide”. De lo que se intenta en P1 es de tentativas de significalización del goce. Se intenta hacer algo con la ruptura simbólica ocurrida en el P0, dice Freud en Neurosis, Psicosis y Perversión: “ en los delirios la locura es empleada como una pieza que se pega allí donde inicialmente se había producido una falla en la relación del yo con el mundo exterior”.
El P2 es según Maleval: la identificación del goce del Otro”. Se trataría ya de lo paranoico. Una vez identificado el goce del Otro, o sea el movimiento del significante. El sujeto logra apropiarse de lo que le sucede, se convierte en un “organizador de lo que le está ocurriendo”. Pero que conlleva un lugar del Otro como perseguidor, causa de sus padeceres, la diferencia es que en este punto están localizados. Aclara en este lugar que no todos alcanzan este “período” en el que el delirio “se sutura y se organiza en un armazón fijo”. Se puede ubicar aquí la noción de metáfora delirante, como una forma de reemplazar lo que falta del lenguaje.
P3: Lo denomina como el momento “parafrénico”, en el que se produce “el consentimiento al goce del Otro, ya que tiene la certeza de que gracias a esta experiencia, accede a un saber esencial”. Por lo que esta caracterizado por el detenimiento el la lucha con el Otro, debido a que “se impone un sentimiento de comunión con el Padre, el sujeto se convierte en Dios mismo o en el elegido para transmitir su palabra”. Es Schreber el que escribe: “en el fondo me es indiferente saber lo que los otros piensan de la verdad o verosimilitud de mis ideas. En consecuencia nunca haré nada para propagar entre el público mis experiencias y opiniones: salvo darles en mis Memorias una forma adecuada para su publicación”. Maleval aclara que “lo que el parafrénico gana en pacificación, lo pierde en credibilidad frente a sus interlocutores”. Sin embargo, no es algo que llegado este punto al sujeto le preocupe.
Podríamos situar aquí el “efecto de nominación”, el Ser… (la mujer de los rosarios).

 
Esquizofrenia
Podría ubicarse del lado de la esquizofrenia aquel tiempo del eterno enigma. Según Rivas, es en la catatonia en donde se puede ubicar la “abolición” simbólica del tiempo y del espacio. Lo que se produciría es una suspensión total del tiempo y una “anulación” del espacio.”El sujeto no habla, por lo que el tiempo representado en la cadena del significante es reducido a cero”. “Tanto en las formas de metonimia delirante en la esquizofrenia, como en la paranoia, hay una infinitización del tiempo y un desdibujamiento de los limites simbólicos del espacio”.
Por otro lado Álvarez señala que en la esquizofrenia: “La experiencia enigmática es su denominador común, mientras asiste al desmoronamiento del lenguaje y a la fragmentación del cuerpo. Sumido en la perplejidad más angustiosa, el esquizofrénico no fabrica ninguna respuesta explicativa, esto es, no consigue introducir ninguna significación relativa a ese vacío que experimenta”.
A partir de esto el sujeto según el autor, podría quedarse en este punto para siempre; salvo en los casos en el que puede construir un delirio. (Ya estaríamos hablando de esquizofrenia paranoide).
Paranoia
Lacan habla del paranoico como aquel que vuelve retroactivamente al pasado el origen de las persecuciones. “A veces situar un acontecimiento le cuesta…y percibimos claramente su tendencia a proyectarlo, por un juego de espejos, hacia un pasado que también se vuelve indeterminado”.Y lo denomina como “pasado de eterno retorno”. (Schreber). Delirio como biombo, repetición.
Según Rivas en la paranoia el tiempo esta determinado por el tiempo del Otro, guiado por las amenazas e injurias de éste. “El tiempo del Otro en la paranoia es del orden de lo inminente de la urgencia de su presencia anonadante”.
Desde el punto de vista de Álvarez, el paranoico se caracteriza por la réplica que puede construir a partir del enigma. Siempre en relación a Otro:”… pues de algún lugar o instancia que no es él mismo tiene que partir la alusión y la autorreferencia. (…) Al incluir al Otro, el postulado o axioma de la certeza posibilita la creación de las distintas significaciones tendentes a explicar las causas, las intenciones y las finalidades que mueven a ese Otro en sus propósitos gozadores.
Melancolía
La melancolía podría ubicarse como la  que mejor ejemplifica la detención del tiempo.
En Rivas podemos ubicarla como aquella en la que se produce “una parálisis, una eternización,  vivida como deseo de aniquilación”.  
Laurent en “Estabilizaciones en las Psicosis”, define al suicidio melancólico como “equivalente al asesinato del paranoico, aquí es que aflora el sujeto en tanto que enteramente capturado en el sacrificio, sin recurso alguno”.
Allí donde,  la melancolía se identifica con la muerte del sujeto que se nombra al mismo tiempo que eterniza. Con ello el sujeto se hace puro sujeto de la eternidad del deseo”. (Esta hablando del fort-da).
“En la melancolía de lo que se trata es del objeto a por fuera de toda puntuación fálica. Un goce imperativo que retorna en el lugar en el que el goce fálico falta.”
Toma un cuento de Borges de Ficciones, para dar cuenta de lo que le sucede al melancólico diciendo que padece de: “la certidumbre de que todo esta escrito”.
Álvarez cita a  H. Schüle:
 «La diferencia psicológica esencial entre los dos tipos de ideas delirantes es la siguiente:
en el delirio sistematizado, el deliro se establece de golpe (incluso si era general y vago al principio);
en la melancolía, por el contrario, el delirio es secundario; en el primero es un elemento esencial e indispensable, mientras que en el segundo es accidental y puede a menudo faltar. Una vez creado, el delirio sistematizado alivia al enfermo gracias a la explicación que aporta; mientras que en la melancolía esa explicación no hace sino añadir un dolor nuevo».” [2]
Manía

Laurent especifica que de lo que se trata en la manía es en un principio de la “no-función del objeto a”, provocando un sujeto que nada lo amarra a la cadena significante. (fuga de ideas). Cita a Lacan en Televisión modificando la definición para decir que la manía es: “el retorno en lo real de lo que es rechazado en el lenguaje (…) no es un significante que reaparece en lo real, sino lo que es rechazado del lenguaje”. Según Laurent es “el desencadenamiento de lalengua, sin acción ya del lenguaje, que es el inconsciente”.
Siguiendo a Rivas, lo que se produce en este cuadro es una “aceleración del tiempo, sin punto de límite”. “El sujeto esta des-sujetado del lenguaje y de la pulsión (…) la materialidad real del tiempo y del espacio se reduplican”. No hay una posibilidad para el sujeto de “amarre” alguno a la cadena significante, a alguna significación, debido a que no hay intervalo.

Autismo

Según G. Belaga ya no debería definirse el autismo desde la perspectiva de la pérdida con la realidad sino como: “una consecuencia de la inmersión en lo real, dado que para el niño la voz alucinada ya es una respuesta”[3].
“El bloque afectivo, proviene de lo que Bleur llamo < blocking>: síntoma que describe la interrupción de la cadena asociativa, <la interrupción o el detenimiento del pensar>”.
“el llamado autista, como el esquizofrénico, se definen para Lacan por presentarse atrapados en lalengua, sin una posible elucubración de lenguaje”.
Tendlarz, cita a Miller que habla del autismo especificando que ocurre una elección: la del vacío lo que trae como consecuencia una petrificación significante, en el lugar del sentido está el congelamiento, la petrificación significante.

Delfina Lima Quintana

[1] Miller: “La invención del delirio” en “El saber delirante” Pág. 87-
[2] J. M. Álvarez “La certeza como experiencia y como axioma” en Virtualia Nro. 16 http://www.eol.org.ar/virtualia/016/default.asp?formas/alvarez.html

[3] Belaga, G.: “Las psicosis infantiles: del autismo a la psicotización”, en Virtualia Nro. 16. Febrero/Marzo 2007.

El tiempo y la sesión analítica

“no hay palabra sin respuesta, incluso si no encuentra más que silencio,
 con tal que tenga oyente, y que éste es el meollo de la función en el análisis”[1]

Intentar, por medio de este recorrido, ubicar la función del tiempo, desde lo más “universal” de la práctica que tiene que ver con los principios básicos del psicoanálisis hasta lo más “singular” de la sesión, el goce.

Principios rectores del acto analítico[2]
1-     Práctica de la palabra, reunidos analista y analizante, reunidos en sesión analítica. El analizante habla de su sufrimiento, de su síntoma. El síntoma articulado a la materialidad del inconsciente; esta hecho de cosas dichas al sujeto y de otras imposible de decir. El analista puntúa los decires del analizante y le permite componer  el tejido de su inconsciente.
2-     La sesión analítica es el lugar donde pueden aflojarse las identificaciones mas estables, a las cuales el sujeto está fijado.
3-     El analizante se dirige al  analista, y pone en el expectativas, creencias y sentimientos. No solo es el desciframiento lo que esta en juego, se trata de recuperar junto a ese interlocutor algo perdido (transferencia)
4-     El lazo de la transferencia supone un lugar, “el lugar del Otro”, este lugar es donde el inconsciente puede manifestarse
5-     El psicoanálisis no es un técnica sino un discurso que anima a cada uno a producir su singularidad, se excepción.
6-     La duración de la cura y de las sesiones no puede ser estandarizadas. De define “a medida”. Lo que se persigue es el acuerdo del sujeto consigo mismo
7-     Lacan formula la imposibilidad de que exista una norma de la relación entre los sexos. Si no hay satisfacción plena, y si no existe la norma, le queda a cada uno inventar una solución particular que se apoya en su síntoma (sexo remite al “no todo”)
8-     La formación analítica reposa en un trípode: formación teórica, propio análisis (hasta el “pase”) y  el control. El psicoanalista no está solo, siempre depende de otro que lo reconozca.    

Definición Praxis[3]: “Es el termino más amplio para designar una acción concertada por el hombre, sea cual fuere, que da la posibilidad de tratar lo real mediante lo simbólico”. Esto es lo que esta en juego en la dirección de la cura, donde lo imaginario es secundario.
A partir de lo que Lacan llamó como “el retorno a Freud (1953)” después de los desvíos teóricos y técnicos que produjeron cambios en el dispositivo analítico (IPA), promueve una clínica que tome en cuenta la transferencia y la función del analista. Plantea la modificación de un ritual que va más allá de la inclusión de sesiones cortas: el analista es responsable de de la eficacia del decir, el mero parloteo no tiene por que caber en el dispositivo Freudiano, en la sesión no tiene porque incluirse la elaboración, por lo tanto su duración ha de ir desde el instante de ver al momento de concluir- el tiempo de comprender quede por fuera de la sesión[4].  
La consecuencia de los cambios en la concepción del encuadre fue lo que lo llevó a la expulsión de la IPA.
La fijeza en el tiempo en la terminación de la sesión es índice de que el analista no privilegia ningún contenido, un deambular infinito que privilegia un espacio optimo para la  actividad psíquica fantasmática[5].

En “Función y Campo de la palabra”[6] dio un lugar a lo imprevisible, sin  apelar al tiempo cronometrado y como tal indiferente a la trama discursiva. Suspende la sesión para intervenir oportunamente sobre “una puntuación afortunada que da su sentido al discurso del sujeto” Produciendo una escansión en el discurso que tiene todo el valor de un intervención para precipitar los momentos concluyentes. (Liberar a ese término de los marco rutinarios) “El arte del analista debe ser el de suspender la certidumbres del sujeto hasta que se consuman sus últimos espejismos”  
Continúa en este mismo escrito,[7] ubica que en la función del tiempo es otro momento donde real y simbólico se reúnen. El tiempo incide en la técnica, de diferentes maneras:
No es posible fijar un tiempo de antemano a la duración de un análisis, ya que no podemos prever del sujeto cual será su tiempo para comprender, y también queda de antemano fijado y alienado a su verdad, nosotros sancionamos de este modo que la verdad ya está allí (ej Freud con el hombre de los lobos).
Respecto de la duración de las sesiones, incidencias subjetivas tanto en el analista (época la excomunión) y para el analizado “el inconsciente pide tiempo para revelarse” y luego se pregunta ¿pero cual es su mediada? Ubica que “ese tiempo” toma un valor local “el de la recepción del producto de ese trabajo”. Ubica la función del analista como un “escriba”. Desempeñamos un papel de registro, al asumir la función, fundamental en el intercambio simbólico (testigo invocado de la sinceridad del sujeto). Pero sigue siendo ante todo el dueño de la verdad de la que ese discurso es progreso. El analista es el que “puntúa su dialéctica (…) es aprehendido como juez del precio de ese discurso” Y ubica a la suspensión de la sesión como una “puntuación en el progreso”. Hace una comparación con la biblia (escrituras simbólicas): “la ausencia de puntación es en ellos  una fuente de ambigüedad, la puntuación una vez colocada fija el sentido, su cambio lo renueva o lo trastorna y si es equivocada, equivale a alterarlo” 


Tanto para Freud como para Lacan, en el análisis, más que de técnica se trata de una ética a la que los recursos técnicos se subordinan. Una ética que pone en juego el deseo del analista y que como tal se manifiesta en una interpretación.
E Laurent[8] plantea que la sesión breve es una ética. Se la puede llamar corta porque corta con las significaciones habituales. Acentúa esta separación del sujeto con lo habitual de la significación que atribuye a los significantes claves de su existencia. Y se   puede llamar breve porque nunca se olvida el punto de conclusión. Una sesión analítica tiene que ser orientada por una conclusión subjetiva, no objetiva. Si no esta orientada por esta conclusión subjetiva, el sujeto se encuentra privado de  su tiempo subjetivo, de su futuro, se naturaliza en  un “ lo que hay”. El inconsciente Freudiano no es un “lo que hay”,es siempre retraducible. Esto se manifiesta en la orientación hacia un futuro anterior. El futuro anterior introduce la tensión en la sesión hasta su conclusión. La transferencia es la autorización que da el acto analítico de pasar de lo que hay inscrito en el inconsciente al futuro anterior de su retraducción posible.

En el seminario 11 Lacan[9] toma de Kant el concepto de causa para tratar de dar respuesta a que es el inconsciente, no basta con decir que es un concepto dinámico. Ubica la hiancia que  presenta, desde siempre, la aprehensión del concepto de causa. “Es este un concepto inanalizable” Cada vez que hablamos de causa siempre hay algo anticonceptual,  indefinido. “siempre hay causa de lo que cojea” . Es en este punto donde Lacan intenta, por aproximación, situar el inconsciente Freudiano, entre la causa y lo que ella afecta esta siempre lo que cojea. “el inconciente nos muestra la hiancia  donde la neurosis empalma con un real.” (…) “¿Qué encuentra en hueco, en la hiancia característica de la causa? algo del orden de lo no realizado. El inconsciente se manifiesta “a la espera”.
Mas adelante, Lacan introduce en el dominio de la causa la ley del significante, en el lugar donde la hiancia se produce. Refiere que Freud busca el inconsciente en lo que falla, tropieza, fisura[10], allí una cosa distinta exige su realización  pero con una “extraña temporalidad” Lo que se produce en esa hiancia es un hallazgo. (Sorpresa: aquello que rebasa al sujeto). Entonces plantea que ese hallazago es siempre un re-hallazgo, que esta siempre dispuesto a escabullirse de nuevo, instalando la noción de pérdida. Ubica la discontinuidad como el primer lugar donde aparece el inconsciente como fenómeno (vacilación).
Sitúa al inconsciente en la dimensión de una sincronía, “en el plano del sujeto de la enunciación, en la medida según las frases, según los modos, éste se pierde tanto como se vuelve a encontrar, y que, en una interjección, siempre es él quien afirma a uno su enigma y quien habla” “ se trata siempre de un sujeto en tanto indeterminado”.
El inconsciente se manifiesta siempre como lo que vacila en un corte del sujeto- de donde vuelve a surgir un hallazgo, que Freud asimila al deseo- deseo que situaremos provisionalmente en la metonimia descarnada del discurso en cuestión en el que el sujeto se capta en algún punto inesperado. (aspecto evanescente del inc).
Distingue el tiempo cronológico del tiempo lógico: “la aparición evanescente sucede entre dos puntos: (…) el instante de ver donde algo se elide siempre y ese momento elusivo en que, precisamente la aprehensión del inconsciente no concluye, en que trata siempre de una recuperación engañosa”[11]  (El Inconsciente es lo evasivo pero logramos circunscribirlo en una estructura temporal.)

E Laurent[12] se pregunta ¿que es lo que realmente concluye?  Y plantea que lo que realmente concluye es el goce. Luego, en le seminario Encore, realiza una equivalencia entre la prisa con el objeto a.
Miller[13] plantea “o bien la sesión analítica es una unidad semántica, en la que S2, viene a hacer de puntuación a la elaboración (delirio al servicio del NP)… o bien la sesión analítica es una unidad asemántica que remite al sujeto a la opacidad de su goce”. Esto plantea a la sesión analítica como una ocasión “a producir”, la sesión analítica es reducción, y como reducción es antilengüística[14] . La regla fundamental permite dar lugar a “eso quiere decir más de lo que dice”, desarticulando el par sgte-sgdo, esto desata la fuga de sentido. La dimensión antilengüística de la sesión, en cuanto el analista objeta la amplificación significante, al operar su reducción, empujando a la pérdida de de esa significación inconsciente que, en cuanto tal deja al sujeto en suspenso.
La reducción posibilita otra función de la palabra, produce una resonancia, hace oir algo distinto de lo que significa. Y es ahí en lo que no dice y en lo que deja oír que debemos arrinconar la opacidad  en la que consiste el goce[15]   
En este mismo texto ubica dos dimensiones heterogéneas, la del inconsciente como fracaso de la significación y lo que de la pulsión siempre se satisface, más alla de la significación fantasmática. Entre esas dos dimensiones se constituye el lugar del analista, desdoblado entre ser soporte de una presencia enigmática, que se interpone al goce y ocupa el lugar de semblante de objeto que falla (un dicho o un silencio pueden soportar ese lugar) o el corte a realizar[16], el cual desmonta el discurso corriente, la satisfacción del blablabla. Es el corte que cambia de plano al sujeto, lo aplana.
Miller ubica que un buen corte enmarca la aparición del deseo del analista como un deseo de poner al desnudo el goce del sujeto [17], y esto hace del encuentro una sesión analítica. Un corte indica un sujeto que se divide en acto entre lo que dice y lo que oye.
Cada sesión será un encuentro contingente que dispone con el corte una temporalización inédita, un después que constituye un antes, que solo podrá ser leído a posteriori.
“el tiempo de la sesión es el deseo del analista”, en la medida que esta función introduce el punto de suspensión, que solo se verificará después.
En las series de las sesiones, el corte produce una reducción que va anulando el sentido, y se empieza a situar y a poner a distancia el goce de su fantasma.
El tiempo en la sesión, debe igualarse al tiempo de la escansión propia del inconsciente, caracterizado por el corte aplicado sobre ese punto de opacidad o enigma (goce).
La sesión corta es la mejor aliada de lo real del tiempo, al separar el “tiempo cronificado”  del tiempo vivo del sujeto deseante[18] 
M Bassols, en Tiempo y Goce, plantea que cada vez más el tiempo es un valor de cambio en el discurso de la globalización (Amo) que tiende a homogeneizar el valor del uso del tiempo donde el sujeto hace la experiencia de su deseo. Ubica la proposición de hacer del tiempo mismo un objeto de goce (“banco del tiempo” fundado en Barcelona).
Relación del tiempo con el goce se presenta como demanda de satisfacción inmediata, que es la pulsión. Intenta borrar el intervalo entre la causa y el efecto (cuasisimultaneidad virtual) borrando el tiempo de comprender. Ubica al síntoma como un intento de incluir un tiempo para comprender en la demanda de satisfacción inmediata. En este sentido el psicoanálisis es también un síntoma con el que respondemos a loa estragos inducidos por el tiempo del goce y por el imperativo del goce del tiempo.
Es por eso que la sesión analítica, toma relevancia ya que es la proposición de un tiempo para comprender, para inventar una nueva respuesta a la pulsión. Ubica la sesión analitica como un paréntesis, un tiempo aparte que es en si mismo una discontinuidad. Ya que el tiempo de compreder se plantea por fuera de la sesión, en el intervalo entre sesión y otra. Miller en el curso “Los usos del lapsus” ubica el corte como introducción de un “tiempo libidinal”. Este tiempo se opone al tiempo epistémico del tiempo de comprender, hace posible su termino de la indeterminación del del sujeto del inc al sujeto de la certeza del acto y de la pulsión.
Sesion analítica tomada como corte, es una conjunción inédita entre el tiempo epistémico de la transferencia y el tiempo libidinal del goce.
Ambos tiempos se anudan en el acto de la sesión. Uno no va sin el otro, no hay acto sin saber y no hay tampoco un nuevo saber sin acto. Pero hay tambien una disyunción interna entre estos dos tiempos. Hay un punto donde el tiempo del acto pone en suspenso el tiempo del saber, un punto donde el sujeto no accede a la certeza del acto más que poniendo en suspenso el saber.
Ese es un punto imposible de cuantificar, no es más que pasando por por este imposible de cuantificar que puede ser producido en la sesión analítica.
           
  Luciana Nieto



[1] J Lacan, “Función y campo de la palabra” Escritos 1 – Pag 241
[2] E Laurent Prncipios rectores del acto analítico -Congreso AMP en Comandatura 2004
[3] J Lacan “los cuatro conceptos fundamentales” Seminario 11 (1964) – Pag 14
[4] H Casté “La ficción de la sesión” La sesión analítica
[5] Freud en una Carta a Ferenczi del 4/1/1928 dice: “los analistas dóciles no percibían la elasticidad de las reglas que había expuesto y se sometieron a elllas como si fueran tabúes. Todo esto tendrá que ser revisado alguna vez…”
[6] J Lacan “Función y campo de la palabra”  Escritos 1 – Pag  244-245
[7] Ibid., Pag 298-301
[8] E Laurent Entrevista para NUCEP Publicación LGC (II/7) 2003
[9] J Lacan “Los cuatro conceptos fundamentales”  Seminario 11- Cap 2  Pag 29 -35
[10] S Freud La interpretación de los sueños – Obras completas
[11] J Lacan “Los cuatro conceptos fundamentales” Seminario 11 – Cap 3 Pag 40
[12] E Laurent El tiempo de Hacerse al Ser
[13] J-A Miller Entonces” Sssh…” 1996
[14] J Lacan Quizás en Vincennes- Ref tomada del texto de Graciela Esperanza “Presencia de un deseo”- La sesión analítica 
[15] Graciela Esperanza “Presencia de un deseo”- La sesión analítica 

[16] Javier Aramburu La interpretación que no interpreta  El caldero de la Escuela N° 47
[17] J-A Miller, La logique de la passe” Clase IV
[18] V Palomera Para introducir  la sesión corta – Freudiana N° 37

El Tiempo de Hacerse al Ser
Eric Laurent

Hace falta tiempo; el enunciado con lleva su parte de imperativo.  Que "haya que", suena como un imperativo ético.  Incluso se le ha podido hacer un reproche a Jacques Lacan de no dar lo suficiente.  Hace falta tiempo, cierto, pero no más que el que hace falta.  Su necesidad está estrictamente definida en la enseñanza de Lacan: «El tiempo que hace falta para hacer huella de lo que desfallece al ocurrir antes»1.
Querría subrayar la fuerza de la tesis que hizo de la identificación del sujeto una función temporal.  Desde el principio de su enseñanza, el tiempo lógico aparece como un tiempo para realizar el ser, para hacerse al ser.  Digámoslo, Lacan, con Husserl, medita sobre Descartes.  Retiene que sólo lo cierto depende del sujeto mientras que todas las hipótesis científicas no tienen más que una cierta probabilidad.  El ámbito propio del sujeto es el de la certeza, y Lacan trae el concepto de realización de deseo en el sueño del lado de esa certeza, con una paciencia digna de figurar en el azur.
Releamos primero el artículo prínceps: «El tiempo lógico y la aserción de certeza anticipadas» para persuadimos de ello.  El tiempo lógico es ante todo un modo de aserción de la certeza subjetiva.  Se distingue ahí cuidadosamente la solución perfecta del sofisma y su solución verdadera como dependiendo una del cálculo sincrónico y la otra de un cálculo incluyendo el tiempo.  En la solución verdadera, las modalidades de la certeza se articulan en tres tiempos.
La primera modalidad es una modalidad impersonal en una matriz indeterminada donde se anudan ser y saber. «Al estar frente a dos negros, se sabe que se es blanco.» Se está frente a dos discos negros, modo impersonal.  Para esta causalidad acéfala que se trama, Lacan da un fundamento sintáctico, señala que ese modo es cuasigramatical como el que liga prótasis y apódosis.  Recordemos que protasis y apódosis dependen de una figura de estilo que consiste en invertir la principal y la subordinada.  El ejemplo más simple es la expresión «Si tú quieres, él se irá».  El desplazamiento de la subordinada acentúa el lugar de la causa.
La segunda modalidad del tiempo es descrita como otra consideración del semejante, es una dimensión imaginaria la «de los sujetos indefinidos salvo por su reciprocidad».  El je de la segunda modalidad no se calcula más que a partir de un ajuste de los semejantes. «Yo no puedo ser negro pues si no B y C no tardarían en reconocerse como blancos».
Sólo en la tercera modalidad surge el juicio y la estructura esencial de un je.  Hasta aquí hay tensión, luego en el horizonte de la certeza conclusivo «la tensión del tiempo se invierte en tendencia al acto».  Se introduce ahí la función esencial del je psicológico, su anudamiento a lo cierto.  Sin embargo, en el texto de 1945, la conclusión conlleva su parte de misterio.  Tiene la apariencia de ser explícita, pero ¿lo es verdaderamente?  La certeza se presenta como conclusivo, desde luego, pero hay que señalar su carácter siempre anticipado, es decir suspendido del Otro.
Es lo que parece indicar Lacan cuando formula esta conclusión en 1964: «La aparición ocurre entre los dos puntos, el inicial, el terminal, de este tiempo lógi-co, entre ese instante de ver donde algo está siempre elidido, véase perdido, de la intuición misma, y ese momento elusivo donde, precisamente, la captación del inconsciente no concluye, donde se trata siempre de una recuperación engañosa»3.  De hecho, a partir de la perspectiva ahí abierta, no es el inconscien-te el que concluye, es otra cosa.  Lo que verdaderamente va a concluir es el goce, la parte de goce no aún tematizada como tal, que vendrá a inscribirse explícita-mente en el Seminario Encore, donde la prisa es puesta en equivalencia con el objeto a. Hace algunos años Jacques-Alain Miller había señalado su alcance4.  Si el inconsciente asegura una pérdida, la cuestión de la conclusión es la de la recu-peración que ahí se lleva a cabo.  Cuando el niño come el significante, le hacen falta dos, Fort/Da, como había blanco y negro.  En el intervalo de los dos aparece la Madre que se va, llevándose consigo el secreto del goce.  Al niño le queda la bobina, pronto reemplazada por su cuerpo frente al espejo y el objeto extraído de su cuerpo.  A Lacan le hizo falta reescribir el «tiempo lógico» para recentrarlo en una conclusión que lo fuera verdaderamente.
Lo que hay en primer lugar es la sincronía significante.  Después está la iden-tificación.  Por ahí el sujeto se introduce o no, y no se identifica más que por una pulsación primordial «efecto de lenguaje (... ) el sujeto traduce una sincronía sig-nificante en esta primordial pulsación temporal que es el fading constituyente de su identificación»5.  Así, hace falta tiempo para que los dos significantes se separen y sean marcados.  Luego es el tiempo para el sujeto de devenir el significante bajo el cual sucumbe. «( ... ) Antes (... ) que desaparezca como sujeto bajo el sig-nificante que deviene, no era nada.  Pero ese nada se sostiene de su advenimiento producido ahora por la llamada hecha en el Otro al segundo significante»6.  El sujeto está entonces dividido entre dos significantes.  Entre los dos, no «se» es nada.  El advenimiento del sujeto sigue el camino del «se» al «nada».  Ese nada es el que será calificado por Lacan prét á parler, igual que en otro lugar evoca el «prét-á-porter».  El «prét-á-porter» tiene un sentido, viene a perpetuar el «prét áparler».  La causa «perpetúa la razón que subordina al sujeto al efecto de signifi-cante»7.  Doble movimiento por donde la causa perpetúa la desaparición del «prét á parler», su desvanecimiento al «no ser más que un significante»8.  La pul-sación es ese doble movimiento, queda entonces la búsqueda de la parte perdida del «prét á parler»: ¿cómo recuperarla sin que aparezca de repente la dimensión de engaño?
Lo que es seguro es que algo ha desfallecido al ocurrir antes.  Desfallecido en el doble sentido del defecto y del defecto de lo verdadero.  Ahí está el abismo donde el sujeto echa su parte perdida y apuesta por el intervalo entre dos signifi-cantes, lugar que aton-nenta entonces la metonimia radical del deseo.  Falta-de-ser e intervalo van así a seguirse en un intento de recubrimiento imposible de un corte. ¿Se puede correr más deprisa que la metonimia de la falta-en-ser?  Cada uno lo intenta alojando su parte perdida en la que cada uno persigue.  Leeremos como esta carrera deja huella en la versión de la paradoja de Zenón que propone, para el psicoanálisis, Jacques-Alain Miller9.  Hace falta tiempo para hacer la hue-lla de esta carrera donde el deseo se abisma y en la que intentamos retirar la parte perdida y vislumbrada del ser de goce.
Hace falta tiempo en la neurosis para hacer la huella del deseo, con modali-dades diversas.  Hay el tiempo de las formaciones del inconsciente, el tiempo de ver que se impone en un sueño como el destacado por Freud, del que Lacan ha hecho un paradigma: «Padre, ¿no ves que estoy ardiendo?».  Es ahí donde el padre vislumbra sus propias faltas y el infierno en donde arde.  Estos panoramas se nos abren en cada una de nuestras pesadillas.  Hay que distinguir ahí, el tiem-po del fantasma que es la fijación de la relación donde el deseo se mantiene.  En la histeria, fijación a la otra mujer en un lazo donde sólo subsiste el deseo.  En la obsesión, fijación, a pesar de todo, alter ego que se hace el depositario de la parte perdida de goce que le corresponde.  Hace falta tiempo para explorar este laberinto y que pierdan su prestigio esta otra mujer y este otro hombre que cuen-tan tanto.  Desde ahí se desnuda el lugar de garante del goce del padre.
Hacerse al ser no es someterse a los imperativos de la pulsión: hacerse ver, hacerse cagar, hacerse oír, hacerse tragar, bajo su ley de bronce.  Hacerse al ser es saber hacérselas con ese ser.  Con la exigencia pulsional que no cesa nunca es necesario que algo nuevo advenga.  Cesar de ser suficientemente injurioso para empujar al Otro a que os expulse.  Lo que no se obtiene, por ejemplo, en el caso del Hombre de las ratas.  Dejar de estar hipnotizado por el Otro, de paralizarse bajo su mirada por el esfuerzo de hacerse ver.  Se trata más bien de soportar ser visto y no quedarse más en la sombra.  Dejar de aullar para retener al Otro y temer no hacerse oír.  No sostener que la voz pueda no ser más que tirano y no razón.  Cesar la impaciencia voraz por la que el sujeto se ofrece a ser devorado.  Hacerse al ser en suma, es saber hacer con la pulsión que no cesará jamás de ser vivida después de la travesía del fantasma, sea esta cual sea...
No es únicamente en la neurosis donde se despliega este tiempo.  Qué bello ejemplo clínico el de Gide, podemos leer sobre ello el artículo de Jacques Lacan y el comentario de una lectura fecunda en La Causa freudiana.  La construcción de la salida de Gide, fuera de análisis, es una construcción de prácticas por donde se hace a su ser de goce.  Sigue a la huella esta parte perdida de él mismo: el niño merodeador de grandes caminos. ¡Cuánto tiempo!, ¡cuánto trabajo le hace falta!  Como le haría falta para hacerse a la pérdida de sus cartas y de su mujer.  A un analizante, le será necesario deshacerse poco a poco de la elección del hermano, siempre reivindicada frente a un padre denunciado como ridículo, mentiroso, desprestigiado, impotente para satisfacer a la madre.  El sujeto se ago-taba en hacer saber a todos los representantes del padre con los que podía cru-zarse, que se quedaba en la posición de darles lecciones, una lección muy parti-cular.  Siempre insistía en decepcionarles en el punto más álgido y demostrar de un modo brillante que podía abandonarles para precipitarse en los brazos de her-manos anónimos y demostrar su saber hacer con la pulsión.
En lo que concieme a la psicosis, aprendamos de la lectura que hace Lacan de las memorias del Presidente Schreber.  El tiempo que le hace falta para hacer-se a la solución que le anuncia su inconsciente.  Primero es «prematura», señala Lacan, hará falta que se haga a ello, es decir que muera con sujetolo.  Esta «muerte del sujeto» de 1958 hay que acercarla al desabonarse del inconsciente en Joyce, aislado en 1975.  Hay que reunirles también bajo el rótulo del «hacerse al ser» generalizado.
A Freud mismo le hizo falta tiempo para hacerse a su descubrimiento y afir-mar el más allá del principio del placer, tiempo también para superar una gran inhibición supersticiosa para poder viajar al fin, como todo el mundo, a Roma y poder encamar ahí los estratos temporales del inconsciente.  Lacan, por el contra-rio, se encontraba perfectamente cómodo entre sus calles, sus fuentes, sus igle-sias.  He aquí un bello ejemplo de un saber hacer uso de los semblantes creados en el Nombre del Padre, sin por lo tanto creer en ellos.  Estar cómodo en Roma no es estarlo en el Vaticano.  Cada uno de los viajeros retiene una visión de Roma para sostener ahí su reflexión.  Sólo retendré una, la del dormitorio del papa Pablo 111 Famesio, en sus apartamentos del «Cháteau Saint Age».  Hay que verlo cubierto de las imágenes de las aventuras de Psiché y de Amor.  Psiché, Venus y sus seguidoras son aún más directas y encantadoras que las de la Escuela de Fontainebleau.  También hay siempre que guardar en la memoria que no es el retiro de un guasón.  Es él quien reformó la Iglesia con el Concilio de Trento y le aseguró el paso a la modemidad después de que muchos fracasaran.  La antecámara de sus apartamentos lleva su divisa, tomada del imperio Romano a través del neoplatonismo: ¡Festina lente! ¡Apresúrate lentamente! ¡Magnífico oximorón!
La función de la prisa se vislumbra a través de la prisa lenta.  He aquí una dimensión del acto analítico más fundamental para el advenimiento del sujeto que el así llamado encuadre fijo.  El tiempo es la dimensión de la realización del sujeto, hace síntoma y hace transferencia.  Por ello hay un tiempo de la transfe-rencia distinto de la repetición.  Es también lo que nosotros decimos cuando tra-ducimos, con Lacan, Durcharbeitung por trabajo de transferencia y no por repe-tición de transferencia.

Traducción: Carmen Cuñat


Notas:

(1)        LACAN J., "Radiophonie", in Scilicet 2/3, París, Seuil, 1970, p. 80.
(2)        LACAN J., "Le temps logique ou l'assertion de certitude anticipé, Ecrits, París, Seuil, 1966,
pp. 197-214.
(3)        LACAN J., Le Séminaire, livre XI, París, Seuil, 1973, p. 33.
(4)        MILLER J.A., cours de juin 1986, inédit.
(5)        LACAN J., Ecrits, op. cit., p. 835.
(6)        Ibid., p. 835.
(7)        Ibid., p. 839.
(8)        Ibid , p. 840.
(9)        MILLER J.A., "Un paradoxe pour la psychanalyse", Letterina, bulletin de l'ACF-Normandie,
n' 3, 1993.
(10)      LACAN J., Ecrits, op. cit., pp. 566-67.