18.10.11

“Lo que cae, hace tiempo”


Mientras Freud caminaba un día junto a un joven poeta, éste presentaba preocupación por la idea de que todo aquello ahora bello estaba destinado a desaparecer, a morir. La transitoriedad misma de las cosas, quitaba su valor.
Freud, opinaba lo contrario, produce un aumento de valor. “El valor de la transitoriedad es el de la escasez del tiempo. La restricción en la posibilidad del goce lo torna más apreciable[1]”. Para Freud, el tiempo y la castración, van de la mano.
Cuando Miller trabaja la cuestión del tiempo, propone abordarlo del latín, lapsus, del verbo labi, caer. Compara entre el lapso poético situado entre la palabra y la cosa, el poeta que busca esa equivocación organizada, y el lapso psicoanalítico, entre significante  y significante, atravesado por la equivocación padecida, la equivocación del lapsus “que nos cae encima y nos sorprende[2]. “Se trata de ese lapso que no viene a habitar la emoción poética sino, más sobriamente, y a veces más ferozmente, la interpretación psicoanalítica”.
Freud piensa al inconsciente tópicamente, (1ra y 2da tópica.), un Icc. que desconoce el tiempo. A partir de aquí se presenta al saber (como verdades que no se modifican con el tiempo), un Inconsciente-todo escrito; escapando a ser afectado por los acontecimientos, por lo cual quedaría tan solo la contemplación de su presencia “en su contemporaneidad respecto de sí mismo”[3].
Lacan, por su parte, presenta grafos temporales, entendiendo lo reprimido en lo no realizado, want to be, demanda de ser consciente. Es así como se desliza el sujeto en un discurso marcado por el tiempo del futuro anterior, que lo margina a su falta-en-ser.
A partir del trabajo del “El tiempo lógico…[4], Lacan ubica la función de la prisa [5]que precipita el acto. El acto realizado es más allá del otro, si no se actúa no se puede alcanzar la conclusión. Es decir, la conclusión misma agrega el dato de mi acto, para demostrar la lógica del mismo, sino se concluye de hecho no se concluye de derecho.
Aquí el sujeto se aísla de la relación de reciprocidad a-a´ (hay una lectura, a partir de mirar que los otros suspenden su acto y no salen), en ese vacío, confrontado él mismo  como objeto a respecto del Otro, se precita el acto.
Lacan al introducir al Otro, liga los sujetos de pura lógica respecto al tiempo. Los datos iniciales quedan modificados, se absorben en cada tiempo siguiente, posibilitando, así, la solución del sofisma. Es así, como la  interpretación analítica agrega un dato nuevo (por su juego de equívocos), ubicando lo que no estaba ahí, pero que estaba presente. Dicha presencia, no podemos pensarla sino por la densidad  del objeto a. Bassols, dice, “…el objeto a, heterogéneo al significante, precipita el acto, a partir de la suspensión temporal, a partir de ubicarse como objeto en su fantasma”.[6]  El ser de objeto (y no la intersubjetividad de los prisioneros), posibilita el acto.
Si hablamos de tiempo, es un tiempo que con su acto, el sujeto realiza[7]por fuera del tiempo cronológico de la conciencia.
El tener un cuerpo, (extracción del objeto a), da libidinalmente espesor al estar presente[8] (más allá de la tridimensionalidad del pasado/presente/futuro), y da tiempo. Es por la presencia de una ausencia (no hay relación sexual posible, que permita la salida a la par de los otros), que el acto ex –siste.



                                                                                       Ramiro Gómez Quarello, 2011.


[1] Freud, S. “La transitoriedad”, p. 309. Tomo XIV. 1915. Amorrortu Ed.
[2] Miller, J-A. “Los usos del lapso”, p.89. Curso de 1999. Paidós.
[3] Miller, J-A. “Los usos del lapso”, p.230 Curso de 1999. Paidós.
[4] Lacan, J. “El tiempo lógico el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma”, p. 187. 1966.    Escritos. Siglo XXI Ed.
[5] Lacan, J. “Aún”  El Seminario. Nº 20, p. 63. Paidós.
[6] Bassols, M. “Uno más a. Una fórmula del tiempo”, p.51. Revista Uno por uno. 1993.
[7] Bassols, M. “Uno más a. Una fórmula del tiempo”, p.51. Revista Uno por uno. 1993
[8] Delgado, O. “El futuro Anterior”. http://www.psicoanalisisfreud1.com.ar/futuroanterior.php

Pascal a cara o cruz: Hacia la inconsistencia del Otro


Cartel: El psicoanálisis a tiempo                    Rasgo: Tiempo y transferencia

El Seminario De un Otro al otro es orientador y disparador de lo que intento desarrollar en este trabajo[1].  
El “campo del Otro no asegura en ningún lugar (…) en ningún caso (…) la consistencia del discurso que allí se articula”[2].

Lacan describe dos campos[3], siguiendo a Pascal. El primero, el campo del Otro como garante de la verdad, un Otro totalizante, completo; se trata del omnipotente dios de los filósofos que sabe sobre el ser. El encuentro con este dios es a través de la razón.
Pasemos al segundo campo, que se encuentra en un registro diferente. Es el campo del Otro no consistente, campo indeterminado (fuera del destino). En él, el goce espera al sujeto y “precisamente allí es siervo”[4]. Podemos plantear aquí al dios de los judíos. Los místicos, señala Lacan, enseñan la relación del goce con el Uno. Acerquémonos a esa relación extraña, describiendo la voz de dios que llama a Abraham; él responde a su nombre, no sin angustia, diciendo: Acá estoy[5].  

Cara o cruz
Abordemos la Apuesta de Pascal enunciando la importancia que tiene el juego, al mostrar la relación del sujeto con el significante. Todo juego implica reglas y esto conlleva de base una exclusión[6]. Pascal nos presenta la fe en forma de juego: Dios existe, o no existe.
¿Cuál es el dios de Pascal? No el dios de los filósofos, no estamos en el plano imaginario, ni se trata del dios del saber. Somos incapaces de saber ni qué es dios ni si es.
Sostiene Pascal que no se puede no apostar, estamos comprometidos intrínsecamente a lo que se pone en juego: una nada. Esta nada (el objeto a) nos interpela. El carácter de la apuesta implica una pérdida. Podemos confundirnos, dice Lacan, y creer que lo que se ganaría, sería el objeto a. Gran error, qué es lo que ganaríamos si el objeto a es inestimable. No sabemos su valor.
El acto de elegir implica una intervención del significante. Se trata de una concatenación significante que produce un efecto de perdida. Un análisis nos confronta con ello, el efecto de pérdida se encuentra en cada paso. Aparece engañosamente en lo imaginario como una herida narcisística. Pero nada tiene que ver el semejante, sino que debemos abocarnos de lleno en el orden simbólico. La pérdida es el resultado de una marca.
El efecto simbólico, dice Lacan, se inscribe “en el hiato producido entre el cuerpo y su goce, en la medida en que (…) la incidencia del significante, o de la marca (…) rasgo unario, la determina o la agrava”[7]. El significante en su carácter fundante brinda un cuerpo. Siguiendo el hilo de Pascal, su apuesta es, una elección a cara o cruz[8]. 

Para finalizar…
La invitación del analista a la regla analítica es oportuna para que la verdad aparezca en su inconsistencia, en su incongruencia, este es el planteo de J.A. Miller[9]. Inútil es, buscar la verdad en el significante o en el Otro, ya que ninguna parte del campo del Otro asegura una consistencia de verdad; sólo el objeto a puede responder a ella. Es interesante dónde ubica Miller el matema S(A/)[10]. Lo escribe debajo de la barra de represión y al fantasma encima de ella. Otorgándole a la inconsistencia del Otro una posición de verdad reprimida.
El lugar del Otro como garante de la verdad es anulado por las leyes del lenguaje. Lacan nos da una clave para la práctica analítica, diciendo “sabemos intervenir allí la función del corte que responde NO, no al dios de los filósofos[11]. Encontramos en aquella cita una función clínica del corte de sesión. Hacia allí se dirige el analista, hacia la inconsistencia del Otro que posibilita la emergencia de una verdad.

Verónica Castro.


[1] El tema a investigar es la inconsistencia del Otro desde las clases: 3,5, 6,7, 8 y 10.
[2] Lacan J.: De un Otro al otro, El seminario, Libro 16 (1968-1969). Bs. As.,  1º edición Paidós, 2008. p. 93
[3] En “Introducción a los nombres del padre”, De los nombres del padre. Bs. As., 1º edición, 3º reimpresión, Paidós, 2007.
[4] Lacan J.: De un Otro al otro, El seminario, Libro 16 (1968-1969). Bs. As.,  1º edición Paidós, 2008. p. 93
[5]  Kierkegaard subraya el trayecto que debe realizar Abraham hasta alcanzar el sacrificio de su hijo más amado. Dice el personaje de Temor y Temblor “Y entonces todo el terror del combate se concentró en un instante: Y Dios puso a prueba a Abraham y le dijo: toma a tu hijo, el único, aquel a quien tu amas, Isaac; ve con él al país de Morija y allí ofrecerlo en holocausto sobre uno de los montes que yo te señalaré”.  Kierkegaard S.: Temor y  temblor. Bs. As., 1º edición Losada, 2008. p. 24
[6] Por ejemplo, el inicio del lenguaje lo encontramos en el juego de presencia y ausencia, presentado por Freud como fort- da; el niño tiene que estar dispuesto a perder a la madre.

[7] Lacan J.: De un Otro al otro, El seminario, Libro 16 (1968-1969). Bs. As.,  1º edición Paidós, 2008. p. 116
[8] En Seminarios anteriores desarrolla Lacan la elección forzosa entre no soy y no pienso. Al negar las dos afirmaciones cartesianas soy y pienso, y elegir o la una o la otra, nos confronta con una pérdida. Siempre algo está perdido en la elección forzosa. También el ejemplo muy conocido la bolsa o la vida. Si se elije la bolsa se pierde la vida. Si suelto la bolsa y elijo la vida, me mantengo con vida pero de forma pasajera, ya que al ser mortales perderemos la vida indefectiblemente. Elija lo que se elija siempre se pierde. Aquí hay un real que hace tope.
[9] En “Una lectura del Seminario De un Otro al otro” en Revista Freudiana nº 55. Año 2009
[10] Significante de una falta en el Otro, implica que el Otro no sabe. Ante la pregunta qué soy para el Otro, la respuesta que nos vuelve es, que el Otro no puede decir (por estructura) sobre el ser. La castración en el Otro, introduce la falla en la estructura, deseo del Otro.
[11] Lacan J.: De un Otro al otro, El seminario, Libro 16 (1968-1969). Bs. As.,  1º edición Paidós, 2008. p. 93

“UN INSTANTE PERMANENTE” Lic. Lima Quintana Delfina


Se presentará un estado de trabajo en el que el rasgo elegido es el del Tiempo en la Psicosis. La pregunta que suscita esta investigación es: ¿Qué sucede en la estructura de la psicosis con el tiempo y el espacio? Es necesario partir del tiempo de la cadena significante para luego continuar el recorrido hacia las diferentes respuestas que el sujeto construye a partir de su ruptura, lo que trae aparejado la introducción del enigma y el segundo tiempo: el del esfuerzo de réplica.
Lacan señala que la psicosis no tiene prehistoria[1]. Se produce en determinado punto en el sujeto una quebradura que se enlaza a la ruptura en la cadena significante. El primer tiempo es el llamado vacío enigmático, que esta descripto por ser el momento de la perplejidad. Se caracteriza por la ausencia de significación, sin embargo aquello significa, pero no se sabe qué. Así lo manifiesta Lacan: “Se trata de un efecto del significante, por cuanto su grado de certidumbre toma un peso proporcional al vacío enigmático que se presenta primeramente en el lugar de la significación misma”[2], cuanto mayor es el vacío, mayor es la certeza.
G. Brodsky[3] ubica tres tiempos: la certeza de significación (al mismo tiempo que hay vacío de significación hay certeza de que eso significa algo, lo que tiene como resultado la perplejidad), la certeza de demanda (el Otro pide algo, no sólo dice algo, demanda algo pero no se sabe qué, el sujeto se ubica teniendo que responder) es en este punto en que se hace diagnóstico: al sujeto eso le incumbe. La certeza de la falta en el Otro (angustia ya que al Otro le falta algo).   
Schreber escribe en sus Memorias: “un agujero en el tiempo” describiendo su muerte como sujeto, o sea la discontinuidad que marca un antes y un después. Lacan indica que aquí se produce el enigma, debido a que la separación entre significante y significado es absoluta[4].
Un segundo tiempo se inaugura con la aparición de la alucinación o del delirio. Si tomamos el ejemplo de Marrana, este es el tiempo de la réplica, el que alcanza la paciente entre la frase “Vengo del fiambrero…”-se sabe que algo significa, no qué, tampoco quién lo dice- hasta el momento de la alucinación: Marrana, que surge como respuesta al primer tiempo de vacío.
Lacan especifica que el valor de la cadena esta determinada por el después[5]. Sin embargo lo que pone de relieve es el “tiempo de suspenso” refiriéndose a que la cadena es en sí distributiva, por lo que hay un suspenso (con respecto a la relación entre significante y significado) debido a que en el instante en que la palabra es oída, es distribuida, a alguien se dirige. La pregunta que emerge es: quién lo dice?. Se produce un intento de atribución[6], aquello que es oído se intenta ubicarlo en una voz, lo que es interrumpido por la ruptura de la cadena. Este tiempo de suspenso también podría llamarse un instante permanente planteando así un oxímoron[7], debido a que el psicótico vive ese momento de indeterminación de la cadena rota de forma permanente.
Se ubica como un segundo tiempo el de la atribución, aquello que la voz enuncia y que le permite al sujeto responder, Miller lo manifiesta de la siguiente manera: “estas voces que no son audibles ocupan cierto tiempo para el paciente alucinado, llevándolo a interrumpirse, con el oído aguzado (...) es un tiempo intrínseco, ligado a la sucesión de la cadena significante”[8]. La voz se asienta en la realidad por el tiempo, no por la audición, debido a que no se la oye. Es en el cuento La Horla[9], de Maupassant, con la que continuaré esta investigación, el cual ilustra por un lado la pérdida de los referentes del tiempo y del espacio, dando cuenta de los diferentes tiempos en la psicosis. 







[1] Lacan: El Seminario, Libro 3, Las Psicosis. Editorial Paidós. Buenos Aires. 2004.
[2] Lacan: “De una Cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, en Escritos 2, Siglo Veintiuno Editores Argentina, Buenos Aires, 2008. Pág.516.
[3] Brodsky, G.: “Segunda Conferencia” en La transferencia en neurosis y psicosis. Asociación del Campo Freudiano de Bolivia. Plural Editores. 2000. Pág. 85/86.
[4] Miller y otros: “De la sorpresa al enigma” en  Los inclasificables de la clínica psicoanalítica. Editorial Paidós. Buenos Aires. 2005. Pág. 24. Allí se refiere a que debido a que la separación entre significante y significado es relativa en la neurosis el efecto es de sorpresa, mientras que el enigma correspondería a la psicosis.
[5] Shifter: término que da cuenta de que para que la palabra tome sentido es necesaria la atribución del mensaje.
[6] Naveau: “El tiempo de suspenso en la psicosis” en La psicosis y el vínculo social. Editorial Gregos. Madrid. 2009. El guión de réplica, definido como aquello que le otorga al diálogo su temporalidad, ritmo, allí hay un intento del sujeto de darle una significación. Pero eso se ve interrumpido. De allí la incertidumbre en la psicosis. En Lacan: “De una Cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, en Escritos 2, Siglo Veintiuno Editores Argentina, Buenos Aires, 2008. Pág. 513.
[7] Borges: “En la figura que se llama oxímoron se aplica una palabra epíteto que parece contradecirla, así los gnósticos hablaron de una luz oscura, los alquimistas de un sol negro”.“El Zahir” en El Aleph..
[8] Miller: “Clínica diferencial de las Psicosis”, 25 de Junio de 1987 en Seminario Jaques-Alain Miller, Cuaderno de resúmenes enero 10987-marzo1988. Matemas e Historia del Psicoanálisis. Instituto del campo Freudiano. 1991.
[9]Dice: “regreso desolado..como si una desgracia me esperase en mi casa” Tengo continuamente la sensación de un peligro que amenaza…el presentimiento suscitado por el comienzo de un mal aún desconocido que germina en la carne y en la sangre.””me invade una inexplicable inquietud, como si la noches  ocultas una terrible amenaza para mí..no comprendo las palabras y apenas distingo las letras” “se que estoy acostado y que duermo, lo sé..y siento también que alguien se aproxima, me mira me toca, sube sobre la cama y tomando mi cuello aprieta y aprieta…para estrangularme””me parecía que una fuerza desconocida me detenía, me paralizaba, impidiéndome avanzar” “Él no ha aparecido más, pero lo siento cerca de mí. Me espía, me mira, se introduce en mí y me domina””los huesos parecen tan blandos como la carne y la carne, tan líquida como el agua..carezco de fuerzas y de valor; no puedo dominarme y ni siquiera puedo hacer intervenir mi voluntad. Ya no tengo iniciativa, alguien lo hace por mí, y yo obedezco” “Alguien ordena todos mis actos, mis movimientos y mis pensamientos. No soy más que un espectador prisionero..debo quedarme en el sillón donde me obliga a sentarme” “ha llegado el…el…¿cómo se llama?...el…parece que me gritara su nombre..escucho…el Horla” “esta en mí..se convierte en mi alma..lo mataré” “no hay duda…no ha muerto…entonces tendré que suicidarme”

Tiempo y Repetición


Tomando en cuenta el rasgo elegido “tiempo y repetición” planteo algunas preguntas que  orientaron la lectura y fueron surgiendo a partir de la escritura. ¿Cómo pensar el tiempo en juego en la repetición? ¿Es posible abordar la repetición freudiana desde el pensamiento clásico occidental o es necesaria la construcción de otra lógica, otra física-matemática, para poder dar cuenta y escribir acerca del tiempo, la repetición, la identidad para el psicoanálisis? Para ello, tomaré el apartado del Tiempo (I.Kant)[1] y las primeras clases del seminario de la identificación (J.Lacan).

En dicho apartado Kant expone sus ideas acerca del tiempo: “el tiempo no es un concepto empírico que se derive de una experiencia. Pues la coexistencia o la sucesión no sobrevendrían en la percepción, si la representación del tiempo no estuviera a priori en la base. Solo presuponiéndola es posible representarse que algo, sea en uno y el mismo tiempo (simultaneo) o en diferentes tiempos (sucesivo).”1

Por lo tanto es ubicando la simultaneidad y la sucesión, que no se pueden percibir a partir de la experiencia, que Kant propone que la representación del tiempo debe tratarse de algo con lo que debe contarse a priori (entendiendo a priori como lo que no deriva de la experiencia).
Plantea que las intuiciones puras serán  independientes de la experiencia. Son ordenadoras de la sensibilidad, con la cual se captan los estímulos que provienen de los objetos. Dirá, a su vez, que no se trata de un concepto del discurso, sino de una forma de la intuición.
Kant piensa la noción de tiempo como una recta, una sucesión lineal. Por lo tanto cuando aborda el concepto de cambio y de movimiento lo pensará en este sentido: lo mismo puede cambiar solo en el desarrollo del tiempo sucesivo, de otro modo nos encontraríamos con una contradicción.[2]

Lacan retoma en el seminario de la identificación, la estética trascendental kantiana. En este seminario trabajará acerca de la identificación, para ello, revisará las categorías clásicas de tiempo y espacio; cómo se las piensa a lo largo de la historia y si es posible pensar el psicoanálisis desde las mismas.
En dicho seminario Lacan plantea que las categorías kantianas están construidas a partir de una noción dominante que proviene del pensamiento filosófico clásico. La función del uno.
La función del Einheit (unidad), fundamento de toda síntesis (…) que parece imponerse desde la mitología platónica como la vía necesaria: el Uno, el gran 1 que domina todo el pensamiento desde Platón a Kant, el Uno que para Kant, en tanto función sintética, es el modelo mismo de lo que toda categoría a priori aporta consigo, dice él, la función de una norma, de una regla universal”     (…)

Surgen algunos interrogantes posibles: ¿Cómo pensar la repetición (como identidad, diferencia) desde un espacio unidimensional y un tiempo lineal? Cómo podría explicarse, desde este modelo, la compulsión a la repetición, si el tiempo es un línea sucesiva?
Lacan continúa planteando: “La función del Uno en la identificación, como la estructura y descompone el análisis de la experiencia freudiana es, no la del Einheit, sino la que denominé el rasgo unario. (… ) Algo totalmente distinto al círculo que agrupa (…) a saber lo que denominé un 1: ese trazo que soporta,  encarna, la diferencia como tal.(…) La inversión de la posición alrededor del Uno hace que de la unidad kantiana pasemos a la unicidad expresada como tal (Eizigkeit). [3]

Entonces la identidad en vez de definirse por una cualidad, o por ser idéntica a sí misma (el Uno totalizante), se definiría por lo que no es: 1 uno, un trazo de la cuenta que soporta en si la diferencia. Diferencia que no se apoya en lo cualitativo, sino que se define por no ser el otro.


                                                                                                                    Alejandra Rossi


 1) Immanuel Kant, Apartado “Tiempo” en Crítica de la Razón Pura .Edición  Digital tomada de Madrid, Librería Gral. De Victoriano Suarez, 1928.
2)El tiempo no tiene más que una dimensión; diversos tiempos no son a la vez, sino unos tras otros. Estos principios no pueden ser sacados de la experiencia. Estos principios nos instruyen antes de la experiencia y no por medio de la experiencia” [1] Idem.p.34
 3) J. Lacan clase del 21-2-62  en Seminario 9 La identificación. (Inédito)



“El tiempo y la sesión analítica”



                                                                                              “la función del tiempo,
                                                                                              es otro momento donde real y simbólico se reúne[1]”.

 El tiempo  podría pensarse como aquel concepto que subyace y se articula con todos los otros conceptos en la orientación psicoanalítica.
Por eso, si bien el rasgo que me orienta, a modo de brújula, es el tiempo y la sesión analítica, me atrevería a decir que a cada conceptualización no solo le corresponde un tiempo “cronológico” en la teoría lacaniana, sino también un tiempo lógico, es decir un tiempo que hace a la lógica de cada concepto. Y que la sesión analítica es el tiempo (a producir) en que todo esto se despliega.
Lacan llamó “el retorno a Freud (1953)[2]”, promueve una clínica que tome en cuenta la transferencia y la función del analista.  Plantea la modificación de un ritual que va más allá de la inclusión de sesiones cortas: el analista es responsable de la eficacia del decir. Se tratará entonces del corte de sesión, en tanto intervención, no en cualquier momento, sino sobre “una puntuación afortunada que da sentido al discurso del sujeto[3] Produciendo una escansión que precipite alguna conclusión, por fuera del tiempo de la sesión. Es por eso que se puede decir que la sesión breve es una ética.[4]      Ya con Miller[5] se puede ubicar “o bien la sesión analítica es una unidad semántica, en la que S2, viene a hacer de puntuación a la elaboración (delirio al servicio del NP)… o bien la sesión analítica es una unidad asemántica que remite al sujeto a la opacidad de su goce”. Esto ubica a la sesión analítica como una ocasión “a producir”, en la que se apunta a una reducción significante. Esta reducción posibilita otra función de la palabra, produce una resonancia, hace oír algo distinto de lo que significa. Y es ahí en lo que no dice y en lo que deja oír que debemos arrinconar la opacidad  en la que consiste el goce[6]. Es por eso que bajo esta ética se articula deseo del analista y corte, en tanto es el deseo de poner al desnudo el goce del sujeto lo que hace de ese encuentro una sesión analítica.
 Entonces ¿de que trata en cada vez? se tratará en cada sesión de un encuentro contingente, que dispone con el corte  una temporalización inédita, un después que constituye un antes, que solo podrá ser leído a posteriori.
Es por eso que se puede pensar que “el tiempo de la sesión es el deseo del analista[7], en la medida que esta función introduce el punto de suspensión, que solo se verificará después.
Siguiendo a Miller[8] la introducción de un corte, en tanto “tiempo libidinal”,  posibilita poner  término a la indeterminación del sujeto del inconsciente (tiempo transferencial), para pasar  al sujeto de la certeza del acto y de la pulsión.
Por lo tanto, la sesión analítica tomada como corte, es una conjunción inédita entre el tiempo epistémico de la transferencia y el tiempo libidinal del goce.
Ambos tiempos se anudan en el acto de la sesión. Uno no va sin el otro, no hay acto sin saber y no hay tampoco un nuevo saber sin acto. Pero hay también una disyunción interna entre estos dos tiempos. Hay un punto donde el tiempo del acto pone en suspenso el tiempo del saber, un punto donde el sujeto no accede a la certeza del acto más que poniendo en suspenso el saber.
Ese es un punto imposible de cuantificar, no es más que pasando por este imposible de cuantificar que puede ser producido en la sesión analítica.
                                                                                  Luciana Nieto
           







[1] J Lacan“Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”  Escritos 1- Ed Siglo XXI
[2] Nota:después de los desvíos teóricos y técnicos que produjeron cambios en el dispositivo analítico (IPA).
[3] J Lacan “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”  Escritos 1- Ed. Siglo XXi
[4] E Laurent Entrevista para NUCEP Publicación LGC (II/7) 2003
[5] J-A Miller Entonces” Sssh…”- 1996
[6] Graciela Esperanza “Presencia de un deseo”- La sesión analítica 
[7] J-A Miller “La loguique de la passe” Clase IV
[8] J-A Miller Curso “Los usos del lapsus” -Paidós