Agradecimientos…
“Que
se diga queda olvidado, en lo que se dice, detrás de lo que se escucha”
(Jacques
Lacan “El atolondradicho”)
El “que se diga
queda olvidado”, el “que se diga”… De eso se trata entonces…
Hoy es la
primera vez que tengo la oportunidad de hablar en público sobre este dispositivo
inventado por Lacan y que junto al pase constituyen los dos modos
paradigmáticos del tratamiento, en la Escuela, de los efectos de lo real de un
grupo.
Para decirlo jugando
en esa neo-lengua inventada a las orillas del Río de la Plata , el lunfardo: no
engrupamos a la Escuela.
(Les cuento que “engrupir” al menos dos acepciones: mentir y estafar).
Entonces, no “engrupamos” a la Escuela, ya que “todo grupo analítico es una
defensa contra el discurso analítico”. (1) De ahí que el cartel constituya una
posibilidad de salir del engaño de grupo, o sea de ser y/o estar engrupidos.
Esta primera vez
arrancó, como no podía ser de otra manera, con un malentendido. Hubo una
primera invitación a hablar sobre “lo extraño del Cartel”, título que de por sí
inquieta y me inquieta… Las primeras respuestas (defensivas, por supuesto)
aparecieron: lo extraño, para mí, es que… ¡existan los carteles! Y segundo, más
extraño aún: ¡que funcionen!
Psicoanálisis
a tiempo
Ese es el nombre
del Cartel del cual participo - por primera vez - como más-uno. Si para Borges
la sustancia de la que estamos hechos es el tiempo, y para Lacan es el goce,
escribir “Psicoanálisis a tiempo” implica apuntar de algún modo a una cita donde
se dé la conjunción del tiempo, nuestra materia, nuestro sujeto, nuestra
estofa, con el goce siempre encarnado.
El Cartel se
encuentra integrado por Verónica
Castro , Ramiro
Gómez Quarello, Delfina Lima Quintana ,
Luciana
Nieto y Alejandra Rossi. Comenzó a funcionar hace un año y –extrañamente-
ya se han producido cuatro trabajos singulares, con estos nombres: “El tiempo
en la psicosis”; “El tiempo y la sesión analítica”; “Sören Kierkegaard” y “Psicoanálisis
y tiempo”. Los cuatro trabajos no son conclusivos sino que sus horizontes son
preguntas. Y también existe un blog
para tener un espacio en un lugar que no existe. En fin…
¿Qué maquinaria
se puso en juego, se pone en juego en un cartel? Más aún, ¿qué empuja, qué
fuerza a esa máquina? Lacan en su seminario “Momento de Concluir” decía forçage que en general suele traducirse
como “activación”. Forçage es un
sustantivo que quiere decir: cultivar una planta fuera de temporada. La idea es
“forzar” algo en un momento que no es el políticamente correcto, adecuado,
conveniente, sino que es, si puedo decirlo así, un extemporáneo, un fuera de
tiempo. Seguimos en esta dimensión que no apela al cronos sino al éxtimo.
Entonces ¿qué
empuja?, ¿qué hace que la maquinaria del cartel se active? La respuesta más afortunada
es: ¡El cartel como lazo! Por un lado tenemos el lazo entre los integrantes del
cartel y, por otro, el lazo del cartel a la Escuela.
En este caso el
lazo entre los integrantes es previo a la constitución del cartel y podemos decir
que ese lazo ya implicaba una transferencia al trabajo.
Por otra parte
el lazo del cartel a la
Escuela implica en sí mismo una política.
Entonces, cuatro
puntos (siempre caemos en el “cuatro”): primero: si el discurso es una forma de
lazo social y el discurso histérico es su paradigma, discurso que Miller
propone para la estructura del cartel, donc,
se puede ubicar a la política como forma de lazo social, y a los cuatro
discursos como modos distintos de llevar a cabo una política.
Segundo: si el
discurso del que se trata en un cartel es el de a histeria, el más-uno, es
menos-uno, pues es en realidad el que toma a su cargo la división subjetiva, la
función de la falta.
Tercero: una
política del cartel tiene como horizonte el significante Escuela, significante
que representa el significante de la falta del Otro. En el cartel se trataría
de imponer, de forçage, esta lógica
ligada a la producción de saber.
Cuarto: La
respuesta afortunada es la del lazo sólo en tanto el objeto a que no es sino semblante, se encuentra
– dicho metafóricamente, como hace Lacan - “detrás” como lo que causa la
función del más-uno, parafraseando a Miller, pero también me atrevo a decir que
funciona por debajo de la escena, en su función de ágalma de la Escuela.
Concluimos entonces
que en el cartel se trata del
malentendido cuya causa es el objeto a,
y sabemos que no hay transmisión sino
del malentendido.
Así el “que se
diga” circula entre los miembros de un cartel y es lo que vehiculiza aquello
que activa, fuera del tiempo de los astros, a la producción.
Querer estar en
un Cartel, así lo entiendo, es querer formar parte de una política hacia la Escuela , es constituir una
política, es decidir estar y transcurrir en una política que no es sino la polis de los analistas de orientación
lacaniana.
Los
psicoanalistas tienen que estar agrupados decía el Profesor Freud. Aquí
estamos.
“La Escuela será
una escena para ustedes, dice Miller, otra escena que estará en nuestros
sueños, la amaremos, la odiaremos, estará en las reacciones con nuestros colegas,
compañeros, a veces, hasta de modo sintomático”. (2)
Mayo de 2011
(1) Miller,
J.-A. (1998) “La Escuela de Lacan” en Elucidación
de Lacan, EOL-Paidós, Buenos Aires, 517.
(2) Idem, p.
557.
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