Mientras Freud caminaba un día junto a un joven poeta, éste presentaba preocupación por la idea de
que todo aquello ahora bello estaba destinado a desaparecer, a morir. La
transitoriedad misma de las cosas, quitaba su valor.
Freud, opinaba lo contrario, produce un aumento de valor. “El valor de la transitoriedad es el de la
escasez del tiempo. La restricción en la posibilidad del goce lo torna más
apreciable[1]”. Para Freud, el
tiempo y la castración, van de la mano.
Cuando Miller trabaja la cuestión del tiempo, propone abordarlo del
latín, lapsus, del verbo labi, caer. Compara entre el lapso poético situado entre la palabra y la
cosa, el poeta que busca esa equivocación organizada, y el lapso psicoanalítico,
entre significante y significante,
atravesado por la equivocación padecida, la equivocación del lapsus “que nos cae encima y nos sorprende”[2].
“Se trata de ese lapso que no viene a
habitar la emoción poética sino, más sobriamente, y a veces más ferozmente, la
interpretación psicoanalítica”.
Freud piensa al inconsciente tópicamente, (1ra y 2da tópica.), un Icc.
que desconoce el tiempo. A partir de aquí se presenta al saber (como verdades que
no se modifican con el tiempo), un Inconsciente-todo
escrito; escapando a ser afectado por los acontecimientos, por lo cual
quedaría tan solo la contemplación de su presencia “en su contemporaneidad respecto de sí mismo”[3].
Lacan, por su parte, presenta grafos temporales, entendiendo lo
reprimido en lo no realizado, want to be,
demanda de ser consciente. Es así como se desliza el sujeto en un discurso
marcado por el tiempo del futuro anterior,
que lo margina a su falta-en-ser.
A partir del trabajo del “El tiempo
lógico…[4]”, Lacan ubica la
función de la prisa [5]que
precipita el acto. El acto realizado es más allá del otro, si no se actúa no se
puede alcanzar la conclusión. Es decir, la conclusión misma agrega el dato de
mi acto, para demostrar la lógica del mismo, sino se concluye de hecho no se
concluye de derecho.
Aquí el sujeto se aísla de la relación de reciprocidad a-a´ (hay una
lectura, a partir de mirar que los otros suspenden su acto y no salen), en ese vacío,
confrontado él mismo como objeto a respecto del Otro, se precita
el acto.
Lacan al introducir al Otro, liga los sujetos de pura lógica respecto al
tiempo. Los datos iniciales quedan modificados, se absorben en cada tiempo
siguiente, posibilitando, así, la solución del sofisma. Es así, como la interpretación analítica agrega un dato nuevo
(por su juego de equívocos), ubicando lo
que no estaba ahí, pero que estaba presente.
Dicha presencia, no podemos pensarla
sino por la densidad del objeto a. Bassols, dice, “…el objeto a, heterogéneo al significante,
precipita el acto, a partir de la suspensión temporal, a partir de ubicarse
como objeto en su fantasma”.[6] El ser
de objeto (y no la intersubjetividad de los prisioneros), posibilita el acto.
Si hablamos de tiempo, es un tiempo que con su acto, el sujeto realiza[7]por fuera del
tiempo cronológico de la conciencia.
El tener un cuerpo,
(extracción del objeto a), da libidinalmente espesor al estar presente[8] (más allá de la
tridimensionalidad del pasado/presente/futuro), y da tiempo. Es por la
presencia de una ausencia (no hay
relación sexual posible, que permita la
salida a la par de los otros), que el acto ex –siste.
Ramiro Gómez Quarello, 2011.
[1] Freud, S. “La transitoriedad”, p. 309. Tomo
XIV. 1915. Amorrortu Ed.
[2] Miller, J-A. “Los usos del lapso”, p.89. Curso
de 1999. Paidós.
[3] Miller, J-A. “Los usos del lapso”, p.230 Curso
de 1999. Paidós.
[4] Lacan, J. “El tiempo lógico el aserto de
certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma”, p. 187. 1966. Escritos. Siglo XXI Ed.
[5] Lacan, J. “Aún”
El Seminario. Nº 20, p. 63. Paidós.
[6] Bassols, M. “Uno más a. Una fórmula del
tiempo”, p.51. Revista Uno por uno. 1993.
[7] Bassols, M. “Uno más a. Una fórmula del
tiempo”, p.51. Revista Uno por uno. 1993